Antón estaba perdido.
Mayo había pasado pero la noche tuvo que ser insólitamente fría porque, a las nueve, la atmósfera era un cristal transparente y cortante recién traído de no se sabe que alta montaña.
Era una transparencia tentadora que invitaba a sacar a pasear la risueña juventud despierta en su memoria. Antón no se lo pensó dos veces.
Evitando las cuestas arriba y dejando que sus pensamientos y sus piernas se mecieran sin rumbo por las cuestas abajo Antón se fue sumergiendo en una ciudad que pronto dejo de reconocer ¿Sería “la otra Barcelona”?.
A las cuatro estaba completa- mente perdido y hambriento. La atmósfera ya no era transparente. A través de la calima le vino un pensamiento sofocado:
-¿Realmente el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo equivale a la suma de los cuadrados de sus catetos?
En una ventana de piedra un gatazo gris, obeso de sol, le miró con un tremendo bostezo.
Mayo había pasado pero la noche tuvo que ser insólitamente fría porque, a las nueve, la atmósfera era un cristal transparente y cortante recién traído de no se sabe que alta montaña.
Era una transparencia tentadora que invitaba a sacar a pasear la risueña juventud despierta en su memoria. Antón no se lo pensó dos veces.
Evitando las cuestas arriba y dejando que sus pensamientos y sus piernas se mecieran sin rumbo por las cuestas abajo Antón se fue sumergiendo en una ciudad que pronto dejo de reconocer ¿Sería “la otra Barcelona”?.
A las cuatro estaba completa- mente perdido y hambriento. La atmósfera ya no era transparente. A través de la calima le vino un pensamiento sofocado:
-¿Realmente el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo equivale a la suma de los cuadrados de sus catetos?
En una ventana de piedra un gatazo gris, obeso de sol, le miró con un tremendo bostezo.